Prospecto de agua salada

 (Prólogo a Los sauces no lloran, Shema Vallejo 2020)


   Que llores, te dice. Que le tiendas una emboscada a los prejuicios, ¡que te animes! Que no se trata de una cuestión de géneros (las mujeres deben...; los hombres, no). Que todos lo hacemos de vez en cuando porque nos hace falta. Excepto los sauces. Los sauces no lloran, tal como sentencia el título de este poemario. Y es que la intencionalidad del autor es clara: quien no sea sauce, que arroje la primera lágrima.

   Ya nos hablan de esta temática autores como Cortázar, en sus Historias de cronopios y de famas: "(...) atengámonos a la correcta forma de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza". U Oliverio Girondo con un poema de su célebre Espantapájaros: "Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta (...) Llorarlo todo, pero llorarlo bien". Y así otros tantos escritores. Pero Shema se abraza a sus peculiaridades y lo encara desde otra perspectiva: se aleja de la logística del cómo llorar y nos inserta en el universo poético de sus sentires, a tal punto que cuando él llora, es sobre nuestras mejillas que discurren sus lágrimas. Es, sin dudas, este libro un prospecto de agua salada; de sus sales, de su mar.

   Ya viene gestando sus dolencias desde El chico de la voz perdida y Las cenizas de nuestro incendio. Pero en esta, su tercera obra, las emociones no resisten quedar a flor de piel y zarpan mundo afuera sin botes ni salvavidas: las consecuencias de inundarlo todo cuando se escribe a corazón abierto. Lo evidencia entre sus versos acuáticos: "(...) y besé las hojas de los sauces que no lloran./ Ya he llorado yo por ellos". Y aclara: "(...) todavía estoy dispuesto a seguir llorando" porque "(...) la soledad hizo acto de presencia y se quedó para siempre". Son esas lágrimas y esa soledad las que sentimos los lectores mientras surfeamos en sus palabras. Y la empatía se vuelve imposible de evadir. ¡Objetivo logrado!

   Shema Vallejo, descorazonado, desarraigado y desterrado, nos invita a llorar, porque no somos sauces, porque motivos nos sobran y porque no hay nada más sincero y más humano que exorcizar como un cuentagotas todo aquello que nos duele.