(Prólogo a Amores di Versos, Alejandro Viedma 2020)
“Para mí, el
amor es como una
chacarera arremolinada cual
caleidoscopio portado por
las manos de un niño inquieto.”
—AV
Durante toda mi escolaridad, me convencieron de que
había una única manera de amar. ¿Adivinan cuál? Sí, la heterosexual. Es
curioso, porque para ese entonces, ya estaba sancionada la Ley de Educación
Sexual Integral (26 150), pero eran contadas con los dedos de una mano las
escuelas que la llevaban a la práctica. Crecí con esas contracturas propias del
que carga el peso de un baúl de secretos sobre su espalda.
Por suerte, la vida me enseñó que hay múltiples
formas de manifestar el amor. Y que no había nada errado en mi conducta. Las
contracturas fueron disminuyendo. Sin embargo, cada vez que salía a la calle,
el odio seguía jugando al TA TE TI, determinando cuál sería su próxima víctima,
incluso cuando la Ley de Matrimonio Igualitario (26 618) y la Ley de Identidad
de Género (26 743) ya eran un hecho en territorio argentino. ¡Cuánto nos resta(ba)
aprender!
Sentí la necesidad de indagar en la cultura
literaria sobre los títulos que apoyaban y visibilizaban a la comunidad
LGBTIQ+. Así fui llenando el hueco de mi biblioteca y de mi corazón con cuanto
libro pro ESI encontrara en mi camino. Llegué entonces a #LesRares y, detrás de él, me recibió uno de sus compiladores, el
simpatiquísimo rare Alejandro Viedma, quien se convirtió en mi gran hallazgo
del 2019. No lo sabía yo en aquel entonces, pero este psicólogo y escritor amigo
me daría nuevas herramientas para seguir descifrando el misterio inabarcable de
la palabra amor. Ale tampoco lo
sabía, pero meses más tarde el destino nos encontraría trabajando juntos en su
próxima obra. Hasta que finalmente nació Amores
di Versos, sin ninguna clase de determinismo por género (nada de aburridos
celestes ni de principescos rosados).
Este es un libro que, sin lugar a dudas, dará que
hablar. En él, encontrarán relatos y poemas de identidad, construcciones
eróticas, versos reflexivos y una sensibilidad poética silvestre y autóctona.
Hay, entre sus páginas, entrañables frases que quedarán en la memoria de cada
une de sus lectores: “Deconstruir es liberarse de rigideces que atan”,
“¿Cuántos kilos seguís soportando día a día por estar enclosetadx?”, “Y allí te
reencontré, dentro de un cuaderno de material reciclable”, “Al límite de la
taquicardia estuve, al borde del enamoramiento quedé”, “Alguien supo
construirme como alguien” y riquísimos etcéteras más. Ale trasciende la palabra
y nos regala la rareza de su lenguaje (incluso con expresiones inventadas). Hace
de su decir una catarsis y se plantea un desafío: salir de su zona de confort
(¡y vaya que colisiona con el triunfo!).
Quien se topa con este libro APRENDE. Porque
Alejandro Viedma es como esos profesores que te hubiese encantado tener en el
secundario: didáctico, abierto, comprensivo, empático y, sobre todo, humano.
Tenerlo como docente nos hubiera salvado de la patética marginalidad que
padecimos quienes abrazamos la bandera del arcoíris (y no es casual que este
libro se haya terminado de escribir un 28 de junio: Día Internacional del
Orgullo).
Una vez me propuse iniciar el viaje hacia los
confines de la palabra amor. Hoy,
después de tanto buscar, encontré la ruta: la misma que traza Ale en estos
párrafos y estrofas. “¿Romántico?”, se pregunta a sí mismo en uno de los poemas
troncales de esta obra. “Sí, romántico de la A a la Z”, le respondería yo, embebido
de todo el cariño que de sus letras supo emanar.
¡Deseo, aventureros lectores, que disfruten de este
recorrido con el mismo espíritu amoroso con el que lo escribió su autor! ¡Les
aseguro que llegarán tan lejos del prejuicio y tan dentro de ustedes que no
querrán volver!