Aislarse significaba romper la crisálida

 (Prólogo a DIARIO DE UNA CUARENTENA, Literatura que combatió el caos, antología TAHIEL ediciones 2020)

“Ya estoy lejos de quien fui
y no quiero más tormentas.”

—María Vera

Aprendimos. A la fuerza. Como quien, tras golpearse la cabeza, se desempaña la mirada. No nos quedó más opción que desanudar las vértebras del tiempo y lograr, paciencia mediante, que nuestra desesperación bajara la guardia. Y lo conseguimos, ¡sí!, aunque tuviéramos que dejar en el camino las huellas de nuestras lágrimas al cuadrado. Nos dimos cuenta de que no cabía más tierra debajo de la alfombra y nos aventuramos a enfrentarnos a nosotros mismos, puertas adentro, cuando el afuera se convertía cada día más en utopía. Entendimos, en un abrir y cerrar de ojos, que la pandemia era un mensaje que decodificar y aislarse significaba romper la crisálida. Nos reconocimos prisioneros de una cárcel en la que siempre estuvimos inmersos y, abrazados a la osadía, tomamos la firma decisión de zarpar de nuestra zona de confort…

Un día dejamos de sumar pesadillas, de coleccionar fantasmas y transformamos en arte el dolor. Pero no lo hicimos solos. En cada punto de la geografía argentina había un otro que libraba también sus batallas. Descubrimos entonces el concepto de empatía y nos complementamos creando juntos un idioma para hacerle frente al virus externo que nos amenazaba.

Hoy volvimos a las calles y no somos los mismos. La naturaleza nos dio una lección que adjuntamos a nuestra experiencia de vida (este libro que combatió el caos lo demuestra). Hoy damos vuelta la página y avanzamos, conscientes de que no nos hacen falta los pies, porque hace ya un buen tiempo que venimos siendo resilientes mariposas.