"Un libro debe ser el hacha
que rompa el mar helado
que hay dentro de nosotros."
que rompa el mar helado
que hay dentro de nosotros."
—Franz Kafka
Escribir no es una tarea inocente y, más aún, si lo que traza nuestra pluma es un texto literario. Durante años, se ha creído que el encuentro con una novela, poemario u obra de teatro es placentero porque otorga a quien lo lee un estado de sosiego y felicidad: es decir, se consume como mera dispersión. Pero esa creencia está muy lejos de la realidad. La literatura debe incomodar, movilizar, crear abismos y ventarrones. Tiene la obligación de despeinarnos las neuronas y, hasta incluso, de llevarnos por el laberíntico camino de la recapacitación y de la anulación de ideas preconcebidas. En otras palabras, ser literato es meter el dedo en la llaga, una y otra vez.
Las líneas expuestas anteriormente vienen a funcionar como antesala o, tal vez, justificación de lo que tuve en cuenta a la hora de la selección: textos vigorosos, que apuestan por el caos, que derriban muros. No fue sencillo discriminar entre un escrito u otro, ya que llegaron a mis manos poesías y narrativas dotadas de excelente calidad, con un trabajo minucioso en la textura de las letras y una laboriosidad destacada en la creación de sentidos.
Por todo esto, quiero felicitar a los seleccionados de la tercera antología de TAHIEL ediciones, no sólo por su compromiso con la palabra, sino, sobre todo, por convencer al mundo de que todavía hay gente que escribe desde el alma y propaga su fuego interior de una manera sin igual. También, felicitar y agradecer enormemente a los directores editoriales, Yanina Orrego y Alejandro Castro, por abrir esta convocatoria, rica en su pluralidad de voces, y confiar en mí como jurado. Sin ellos, nada de esto hubiera sido posible.
¡Que nunca dejemos de sacudir la tierra con el impacto de nuestras palabras y que este libro repleto de energía y vitalidad incendie las pupilas de quienes osen toparse con él! Son mis mayores deseos.