VIRTUD

 

   Temíale a los tiburones un blobfish. Su selacofobia era tal que en las profundidades del agua él era hazmerreír de todos los acuáticos. Amaba con todas las babas de su piel a una estrella de mar, la más bonita de su especie. Pero el miedo descomunal le impedía acercarse a su guarida, la cual era custodiada por un cardumen de tiburones espadas y martillos. Tardó interminables lustros en tomar coraje, hasta que, cierto día, se resolvió y partió en busca de lo que consideraba su motor de vida. Bastó que aproximara sus aletas al lugar para que sus feroces enemigos salieran espantados. Los tiburones sufrían de irremediable cacofobia y se sintieron fuertemente intimidados por su fealdad.