EL PIBE, EL PINTOR, EL PÁJARO

 

Un pibe compra todos los silencios
hasta agotar stock.
Un pibe y sus muchas espinas.

Un pintor bautiza lienzo a una pared
mientras coagula su pasado.
Un pintor y algunas espinas.

Un pájaro jubila la vulgaridad pedestre
extiende llamativos colores.
Un pájaro y ninguna espina.

 

Al pibe, resfriado de humillaciones,
lo condenan bravucones a un armario.

Al pintor, claustrofóbico de ayeres,
le presenta el arte un porvenir.

Al pájaro, desentendido de mandatos,
le brilla la libertad entre las plumas.

 

El pintor —antes pibe—
pinta un pájaro en La Matanza:
inaugura de su trayecto un mural.

Entonces el pájaro, el pintor, el pibe
se miran, se acercan, se confunden.

El píbaro, el pajator, el pinbe.
El pi-pin-pa-be-tór-jaro.
O también llamado:
la evolución.