Espacio Miglino: BULLYING

 JAVIER MIGLINO: fundador de la ONG internacional Bullying Sin Fronteras.

 

SILENCIOS

 

Propongo este trozo de poesía para poner en sintonía lo que sigue…

 

La tecnología del silencio
los rituales, la etiqueta
la confusión de los términos
silencio no ausencia
de palabras o música o incluso
sonidos en bruto.

El silencio puede ser un plan
ejecutado con rigor
la trama de una vida.

Es una presencia
tiene una historia una forma.

No lo confundas
con cualquier tipo de ausencia.

                                                                                                —Adrianne Rich

 

El silencio, los silencios, como ausencia de sonidos. Ausencia de palabras.

El silencio porque eso no me interesa, porque me es indiferente.

El silencio porque no sé qué decir, porque no entiendo…

Porque si les cuento, porque si hablo… ¿se van a burlar?

El silencio porque se elige no decir. El silencio porque se aguanta qué decir.

El silencio de la angustia.

¿Cuántos silencios hay en la escuela? ¿De qué están hechos los silencios de la escuela?

De indiferencias, de hipocresías, de racismo, de colonialismo.

De sexismos, de clasismo, de binarismo.

Silencios que son secretos a voces.

Pero también de respeto, de comprensión, de sintonía. De espejamientos, de solidaridades, de sororidades.

¿Qué silencios se atreve a escuchar la escuela?

¿Cuáles son los silencios que propicia como necesarios, como esperables?

¿Qué silencios tolera la escuela, cuando la tolerancia es la pasión de los inquisidores?, como canta Silvio Rodríguez.

¿Cuándo tolerar me convierte en la regla que separa lo correcto de lo inaceptable?

¿Qué silencios comprende la escuela cuando se anima a desandar las normalidades de la gramática escolar?

¿Qué cosas se pierde la escuela de saber por no escuchar algunos silencios?

Dice Bell Hooks: “Si el salón de clase no es un lugar seguro para que algunos estudiantes hablen, entonces no hay comunidad”.

Escuchar es el primer verbo para pensar la pedagogía, para enseñar la enseñanza en la escuela.

Para escuchar hay que hacer silencio, suspender por un momento la palabra. Escuchar, no para esperar lo que debe decirse: entonces, escuchar puede ser dar tiempo. Escuchar los silencios.

Para escuchar hay que dar tiempo. Una pedagogía de la escucha, de la escucha de los silencios que también dicen. Hacerle un lugar a los silencios para que cuenten. Una ocasión para dar tiempo a aquello no dicho que se lee en todos los gestos; que se inscribe en los cuerpos, en las miradas, en las formas de estar y no estar en el aula; en los deseos de saber o no saber, de descubrir, de perderse en senderos no pensados. Una ocasión para encontrarse en la palabra de otro/otra/otre.

Claudia Piñeiro dijo: “Oír es percibir sonidos involuntariamente. Escuchar supone la voluntad de presta atención a lo que se oye, la intención de comprender. (…) Desvelada y en la oscuridad de mi cuarto, una noche empecé a escuchar. Al principio, el silencio”. Y agregó, retomando a George Steiner: “Así, incluso para el escritor, y quizás más para él que para los demás, el silencio es una tentación, es un refugio cuando Apolo está cerca”.

Se me ocurre que, tal vez, comprender los silencios del aula puede empezar a ser una tentación para pensar pedagogías otra que se atrevan a escuchar…

Esos sonidos, como dice esa vieja canción, los sonidos del silencio:

 

Gente conversando sin hablar,
gente oyendo sin escuchar,
gente escribiendo canciones que las voces nunca comparten,
y nadie se atreve a perturbar el sonido del silencio.

 

 

(Del libro Conversar la escuela, de Belén Grosso)