Tan
sólo un día má’, ni me importa que haiga tormenta o que pinte la calor, ni que
haiga mucho tráfico. No, no. Hoy por fin voy a termina’ mi te amo reciclado.
Me
levanto de la cama, me pongo la pilcha del laburo, me cepillo lo’ diente’ con
el dentrífrico y salgo pa’ fuera. Me la cruzo a la doña Ramona, la de pelincho
platiado y pantunfla’ que dan risa. Me reprocha diciendo: “No venistes ayer a
arreglar la tubería, te estuve esperando con el mate y una’ cuanta’ fatura’”. Y
bueh, lo cierto es que no tuve ni tiempo con esto de la obra que estoy
haciendo. La despido, le mando saludo’ al Negro, su marido, y me largo de lleno
a la calle pa’ comenza’.
La
verda’ que no puedo quejarme del día que hace, lo que sí está medio fresquito,
pero me la aguanto. Uno por uno comienzo a junta’ lo’ cartone’ que están por
ahí en la vereda y me detengo en el resto de la basura: alguna lata, alguna
etiqueta de Pecsi o de Coca-Cola, alguna botella de vino o algo por el estilo
que sirva pa’ decora’. La ve’ primera me costó un montón conseguir cartón y
pior aún con la lluvia que caía ese día, como si el Barba estuviera meando y
¡de qué manera! Pero bueh, no me enculé, cuando algo se me pone en la bocha lo
hago hasta terminarlo, así soy yo.
Cartón
por aquí, cartón por allá y así se me pasa toda la mañana. Uno’ poco’ papele’
má’ y habré terminado. Me fijo qué hora son y me doy cuenta que todavía tengo
algo de tiempo, pero le entro de lleno al laburo así depué’ puedo irla a busca’
y sorprenderla. Voy andando, pispiando qué puedo zafar y nada. Sigo, sigo y
sigo: ni pirado bajo lo’ brazo’ ahora. Por fin, se me pone ante losojo’ una
tirita de tela con lentejuela’ que está en la esquina donde el Tito tiene el
almacén. La agarro fuertísimo sabiendo que es la pieza clave de mi obra maestra
y pateo pa’l galpón.
Acomodo
alguno’ detallecito’: el pasto y la’ paloma’ de cartón, la’ flore’ roja’ con la
etiqueta de Coca-Cola, la’ flore’ azule’ con la etiqueta de Pecsi y el trono
con una’ madera’ que junté día’ ante’ en la moblería que está acá nomá’, a un
par de cuadra’. Dejo todo impecable pa’ la presentación y la voy a buscar a la
Ceci. Le digo que tengo algo pa’ mostrarle, la llevo hasta el galponcito y le
cubro losojo’ ante’ de abrir el portón.
—¡Sorpresa!
—le tiro, y la Ceci se queda atontada mirando el jardín acartonado y su trono
en medio de la’ flore’.
—¿Qué
es todo esto? —me pregunta la Ceci.
—Tu
palacio —le contesto—. Sé que no tiene todo’ lo’ lujo’, pero bueh. Al meno’
representa a la reina de mi vida. A vo’, Ceci. Por eso te costruí este reinado.
La
Ceci no sabe qué decir y se quiebra. Me agarra de la mano y yo le sigo
parlotiando:
—Hace
tiempo que quería hacerte este regalo, no te da’ una idea de cuánto me gustá’.
Soy cociente de que este lugar no te llega ni a lo’ talone’, pero qué sé yo, lo
hice nada má’ ni nada meno’ que pensando en vo’. No tengo guita pa’ darte un
auto recaro o un palacio que no sea reciclado, pa’ comprar toda la ropa que
queré’ o llevarte al cine todo’ lo’ fine’ de semana. Pero sí puedo darte amor y
en abundancia. Y eso es lo má’ lindo que alguien puede darte. ¿O me equivoco?
—Claro
que no, no te equivocá’ —dice la Ceci mariconiando y depué’ se queda callada.
—Disculpá
por no darte una vida má’ mejor, por no hacerte feli’ de otro modo, por no
estar “institutonalizado” como dicen en lo’ colegio’ y por ser medio bruto.
Pero te amo y no hay persona que me importe má’ que vo’ —le cuento a la Ceci
mientra’ la acompaño a su trono.
Luego
la hago sentar, saco de mi bolsillo el anillo que perteneció a mi vieja y que
ahora decoré con la tirita de tela con lentejuela’ y le pido lo que esperé con
la reansieda’.
—¿Te
queré’ casar conmigo, Ceci?
La Ceci ni lo piensa. Dice al toque que sí
con lágrima’ en losojo’, me sonríe y redepente siento que el palacio se vuelve
realida’.